Sierra de Guadarrama: Historia. «Guadarrama über Alles» Ferdinand Gartner y los pioneros europeos, por Francisco Delgado.

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1870. Nadie pisa las cimas del Guadarrama. Soledad absoluta en las cumbres. Quizás pasa por la falda algún pastor o gabarrero en los valles ocupados en sus duras faenas, con poco tiempo para admirar paisajes u hollar cimas por placer. Ocasionalmente un grupo de entomólogos al acecho de mariposas singulares.

Una figura se interna en el bosque para, lentamente, ascender a las alturas de la Sierra de Guadarrama. Quizás sea el primero en triscar por la arista cimera de alguno de sus picos. No sabemos. Pero ahí aparece Ferdinand Ganter. A diario regenta una relojería en la calle Sevilla de la capital. Pero hoy se olvida del tiempo y su inútil medición para perderse en estos bellos despoblados tan distintos de la vocinglera urbe capitalina.

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PIONEROS DEL GUADARRAMA: FERNANDO GARTNER

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Este alemán, originario de la Selva Negra, es quizás el primer montañero que se aventuró en Guadarrama por el placer mismo de la exploración y el paisaje. Al saber de su historia instantáneamente me invadió la simpatía por tal personaje: como él, gusto de internarme en soledad y sin tiempo por Guadarrama. Sentir los días y las noches en sus bosques y cimas. La conexión con este centroeuropeo afincado en Madrid en la década de los setenta del siglo XIX fue inmediata.

Pero, como casi todo en este mundo humano, la historia tiene un anexo que me desconectó con la misma rapidez: su amigo Ignacio Bolívar, en un artículo del número 100 de la revista Peñalara, En los albores del Alpinismo, se asombra del conocimiento que de trochas y senderos apartados tenía el alemán, y de su coraje al recorrer sus cumbres… haciéndose acompañar por un criado que cargaba su voluminosa impedimenta.

Ni tengo criados, ni hago cargar a nadie con mi equipaje por esos cerros, ni mi mochila y material se asemejarán lo más mínimo a la del alemán. Viajo ligero y solo, siguiendo las primeras huellas de Ganter y su sirviente.

Este relojero fundó el primer grupo de montañeros que ascendió a Peñalara o a Cabezas de Hierro en una época en que en nuestro país era simplemente impensable hacer algo así sin una motivación profunda como cargar un carro de bueyes con nieve en un ventisquero o esconderse de la justicia tras alguna fechoría. Hay constancia de que en 1885 el grupo ya contaba con otros compatriotas, también relojeros, como Albert Maurer y Karl Coppel (que daría nombre al albergue de Cotos), o los jóvenes Hausen y Ohsman que escalaban ya por La Pedriza. De la cercana Suiza era Albert Oettli que, esta vez sí, recorría en solitario Guadarrama cuando su trabajo en Siemens se lo permitía; siendo el primero en coronar Siete Picos junto al cónsul británico Arthur Jackson.

Y estos deportistas alemanes, los primeros en darle un uso lúdico y deportivo a nuestra Sierra, acostumbraban a solazarse tras sus trepadas en el frescor del Chorro del Árbol Viejo, (en honor del viejo tejo que sigue junto a la pequeña cascada). Y esto, a los ojos de los primeros científicos que se cruzaban con la estampa, como el mismo Bolívar o Mariano de la Paz Graells, debía de resultar harto chocante y estrafalario. Desde entonces se conoce al salto como la Ducha de los Alemanes.

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Pero no acaban aquí los personajes germanos que colaboraron en el descubrimiento de Guadarrama para los madrileños. ¿Quién no ha transitado por el camino Schmid y ha suspirado de alivio en alguna jornada de niebla y ventisca al toparse con el sendero? En 1926 se encargó al austriaco Eduardo Schmid Weikan que señalizara la ruta que une el Puerto de Navacerrada con el albergue del Valle de la Fuenfría. Su importancia para el montañismo madrileño no fue anecdótica: del Club de los Doce Amigos fue el que hizo el número 13; algo debieron ver en él para abrir el club y convertirlo en la Real Sociedad Española de Alpinismo Peñalara. Llegó a ser el guarda del albergue y falleció en el mismo año que yo nací: 1965.

Y para terminar este repaso -no exhaustivo- a las figuras europeas que conformaron el primer acceso a Guadarrama y su acercamiento a una población poco dada al deporte y la exploración, tenemos que recordar a un personaje que también ha contribuido a la toponimia del lugar, pues todo montañero ha transitado arriba y abajo de la Loma del Noruego.

Y éste no era otro que Birger Sörensen, afincado en Madrid con negocios madereros en los valles, del que podríamos hacer una entrada sólo para él. Diremos que fue el precursor del desconocido deporte del esquí entre los madrileños (es curiosísima la técnica que tenían en aquella época para deslizarse con los brazos en cruz). La próxima vez que descendáis por la alargada loma que baja desde Guarramillas al puerto de los Cotos recordad que ese joven noruego no pudo disfrutar demasiado de esos primeros descensos en esquí: una fiebre tifoidea se lo llevó a los treinta y dos años.

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Info redactada por Mayayo para Moxigeno.com