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En el metro trato de relajarme, total, sé que lo voy a pasar de muerte, veré a muchos amigos y amigas y cómo no, voy a correr, una de las cosas que más me gustan, por detrás de las torrijas y de las hamburguesas (ahora entendéis mi aspecto fofisano).

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Salgo del metro y el fresco de la mañana me espabila un poco y aleja malos pensamientos de mi cabeza. Llego al ropero donde he quedado con mi amiga Verónica. No tardo ni un minuto en dejar la mochila, de nuevo la zona estaba perfectamente organizada y atendida.

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Ya vestido de faena nos dirigimos a la estatua de Velázquez, el que finalmente fue nuestro punto de reunión. Abrazos, besos, risas, fotos, postureo… Elementos que no pueden faltar en una fiesta de este calibre.

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Cuando quedan cinco minutos para la salida decidimos que es hora de buscar nuestro lugar en la carrera y como ocurre cuando no importa el lugar sino todo lo demás, “al fondo hay sitio”, así que allí nos dirigimos. La marca hoy es lo de menos, lo importante es reírnos, acompañar a amigos y amigas que debutan y sobre todo disfrutar de las calles de Madrid que están vacías para recorrerlas al ritmo que marquen nuestras zapatillas.

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Salimos con el grupo de cola a ritmo trotón-disfrutón. El megáfono empieza a hacer de las suyas: el tapicero, cánticos populares, saludos a los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado y otra serie de comentarios que surgen de manera espontánea dirigidos a corredores, al público, a cualquiera que se cruce y tenga capacidad de reír.

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Según avanzan los kilómetros noto el cuerpo revuelto, las pulsaciones van muy altas pese a llevar un ritmo bastante lento. Me da en la nariz que hoy no va a ser todo coser y cantar, y mira que cantar voy cantando un rato.
Pasamos el primer avituallamiento y bebo un poco de agua. Quiero hacer un pequeño inciso y señalar que todos los avituallamientos por los que pasé estaban bien provistos de agua e incluso en uno había plátanos (cosa no muy habitual en una media maratón). Bien por la organización y muy bien y muchas gracias a los voluntarios que ofrecían nos atendieron siempre con una sonrisa en la cara.

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Llegando a Cuatro Caminos noto que el estomago empieza a darme por saco. Preveo una parada técnica para desalojar y quitarme peso de encima. Así que, casi en el kilómetro 9, veo un hotel y le digo al grupo que tiren, que yo tengo una reunión con el señor Roca.

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Después de soltar lastre salgo del hotel y veo que una compi me ha esperado. Estaba preocupada por mi estado y fue todo un detalle por su parte. Le comento que estoy mejor y reemprendemos la marcha al tran tran. El único objetivo ahora mismo es acabar la carrera sin más incidentes.

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Llegando a Plaza Castilla nos unimos a Roberto Leal y unos amigos que acompañaban a una debutante en la distancia. Mi familia me espera en ese punto y paro a besarlos y abrazarlos. Más fotos y más sonrisas. En lugar de una carrera parecía que volvía de la guerra.

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Los kilómetros pasan y el ritmo va es cada vez más rápido (sin excesos, ojo). Parece que ya estoy un poco más católico y apretamos el paso sin forzar mucho. Llegando al kilómetro 16 está Javi Bernal con el megáfono esperándonos. ¡Qué gran trabajo hizo el peloncete en su primer día de becario megafonil! Tomo de nuevo al chiquitín entre mis brazos (me refiero al megáfono) y seguimos nuestro camino a meta.

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La bajada por Menéndez Pelayo nos sirve para tomar buen ritmo mientras vuelo a animar y a jalear a los compañeros que adelantamos. Siempre digo que todo el que se enfrenta a una carrera es un campeón, da igual la distancia y el tiempo.
Susana me dice que bajemos un poco el ritmo en la subida de Alfonso XII y aunque le dije que así haríamos, nos vinimos arriba y seguimos subiendo casi a tope. Siempre sin dejar de dar ánimos (cuando tenía resuello, claro) a los corredores que vamos encontrando.

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La subida por Alcalá hasta la entrada al Retiro fue más tranquila. Había que disfrutar del momento, total, estaba claro que ya no íbamos a ganar. Saludamos a conocidos que adelantábamos o que estaban animando y empezamos a preparar nuestra mejor sonrisa para entrar en meta.

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Entramos en el Retiro, la animación aquí es increíble, suenan charangas y la gente frita y aplaude. Pese a todo yo les pido más ánimos a través del megáfono. Nos paramos un momento para hacer una foto del momento y seguimos tranquilamente hasta la meta sonriendo y guardando el momento en nuestra memoria.

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Pese a haber cruzado muchas metas siempre me emociono de alguna manera cuando acabo una carrera y ayer no fue menos. Madrid siempre te deja marcado cuando corres por sus calles.
Recojo mi medalla y mi bolsa de avituallamiento (de nuevo perfectamente organizado) y me dirijo al ropero para coger mi mochila y cambiarme de ropa.

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Después de otra sesión de fotos, saludos y abrazos me despido y me dirijo de nuevo al metro. Esta vez con la sensación de haber pasado una gran mañana y con ganas de repetir la experiencia cuanto antes.

Espero también repetir la experiencia de escribir para Moxigeno.com sobre mis carreras por el asfalto o para su web hermana, Carrerasdemontana.com en las pruebas de trail.

Ojalá la crónica os haya gustado aunque sea la millonésima parte de lo que me ha gustado a mí escribirla.

¡Muchas gracias por leerme!

Alberto Barrantes.
@Albbarrantes

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Info redactada por Mayayo Oxígeno para www.moxigeno.com