SIERRA NORTE BIKE CHALLENGE (209k/D+3.900m) Travesia bici de montaña, por toda la Sierra Norte Madrid.

SIERRA NORTE BIKE CHALLENGE.

 

 

 

 

Suena el despertador, son las 5,15 de la mañana. Como es natural está todo oscuro y afuera hace fresco. Desayunando en silencio Dani y yo nos miramos como diciendo, qué necesidad. Pero tenemos ya todo listo y hemos quedado con Juan en el parking de Navalafuente para a las 6 en punto arrancar la “excursión” que nos hemos propuesto. La Sierra Norte Bike Challenge es una prueba de MTB de referencia en la Comunidad de Madrid; algo más de 200 kilómetros con casi 4000 de desnivel positivo que discurre por todo la Sierra Nordeste de la comunidad en una ruta circular con inicio y final en Rascafría. Este año nos la habíamos propuesto como reto, pero concidiendo la fecha de la carrera con otro evento, decidimos hacerla por nuestra cuenta. Y como el recorrido pasa por nuestra casa, Navalafuente, nada más sencillo que empezar y acabar aquí sin tener que andar con desplazamientos de coche.

Desde el último Raid de Aventura que corrí en el 2009, no había vuelto a salir en bici de noche. Y la verdad, no me atrae mucho la idea de no ver con claridad el terreno, a pesar de las luces que llevamos.

Arrancamos en ligera subida por la pista que conduce a Bustarviejo, tiene un tramo muy corto algo complicado de piedras que a la luz de los frontales se hace más difícil, pero superado esto, el camino, aunque siempre ascendete, permite rodar fácil e ir entrando en calor. Pasado Bustarviejo y a la altura de la Fuente del Collado, tomamos una vereda que nos enlaza con el camino que lleva a la carretera del puerto de Canencia. De aquí son 3 kilómetros por asfalto hasta el mismo puerto. Empieza a haber cierta claridad y podemos apagar los frontales. Un privilegio circular en silencio, aspirando la paz del momento. Arriba de Canencia paramos a guardar frontales, y tomamos la pista que lleva a Morcuera. La tendencia desde que salimos de casa es en continua ascensión. Aparece el sol arrojando sus primeros rayos de luz aún débiles para calentar. Decidimos parar antes de iniciar el descenso a Rascafría para abrigarnos. Es una bajada larga sin dificultad que nos lleva hasta el centro urbano pelados de frío. Atravesamos el pueblo y cogemos el camino acondicionado que une las localidades de Rascafria, Oteruelo, Alameda del Valle y Lozoya. Son kilómetros donde podemos rodar alegres y sentir retornar el calor al cuerpo.

Lozoya, primera parada técnica para repostar. Llenamos los bidones en la fuente, unas sales, medio sándwich de queso y membrillo, nos quitamos ropa y despedimos de Juan que no hace más por hoy;  sin entretenernos más de la cuenta retomamos la marcha. La subida al Puerto de Navafría transita entre bosques de pinos y robles, en un ascenso largo y algo exigente. Subimos con todas las ganas, exaltados por el esfuerzo y la motivación por lo que pretendemos hacer. Arriba el bosque se abre y la pista conocida como la Horizontal de Somosierra nos deja unas vistas espectaculares sobre el valle. Los kilómetros vuelan y sin apenas darnos cuenta estamos bajando a Robregordo. Dejamos el pueblo de largo y cruzamos al otro lado de la N-I por un camino que discurre por debajo de la nacional para encarar la tercera subida de la jornada.  A estas alturas vamos ya algo secos y hambrientos, esperando con ansia ese caño que hay al poco de iniciar el ascenso. Subimos con calma mirando el margen izquierdo del camino para no pasarnos el punto de agua; de aquí al siguiente hay un trecho muy largo. No sale con mucha fuerza pero lo suficiente para rellenar nuevamente los bidones, comer algo rápido y continuar pedaleando. Estamos en el ecuador del recorrido, extasiados por lo que llevamos y las buenas sensaciones. Si seguimos así llegaremos antes de las quince horas previstas. La pista forestal serpentea entre bosques de robles y prados agostados. En un sube-baja llegamos al alto de la Hiruela; abandonamos el camino para tomar la carretera en dirección al alto de La Puebla durante dos kilómetros. Cogemos de nuevo una pista forestal que va subiendo progresivamente. Un enjambre de moscas nos rodea; son un auténtico incordio. Se meten en los ojos, boca y orejas. No hay manera de espantarlas. Paramos en un caño donde sale un hilo de agua; vamos a tardar una eternidad hasta rellenar todos los bidones, pero no podemos pasar de largo; el próximo sitio donde poder repostar está lejos y vamos ya secos. El calor es ahora intenso, las piernas empiezan a pesar y parece que los kilómetros no pasan. La pista, a pesar de las increíbles vistas empieza a resultar pesada. A nuestra derecha, una espectacular panorámica del valle encajonado de la Sierra del Rincón por el que discurre el río Puebla y dominado por masas boscosas de pinares y robledales y monte bajo de jara y brezo. Más al fondo empieza a vislumbrarse el embalse del Atazar. Un rápido descenso nos lleva a un cruce de caminos, justo debajo del pueblo de El Atazar. Podría ser un buen punto para avituallar, pero subir al pueblo y retroceder nuevamente sobre nuestros pasos nos haría perder bastante tiempo; decidimos seguir avanzando con la idea llegar a Patones de Arriba. En un momento dado, sufro un revolcón y me levanto maldiciendo mi torpeza; Dani tira su bici y viene corriendo a socorrerme. No quiero ni mirar si me he hecho algo. Me pongo a dar pedales como loca ante la mirada atónita de Dani. Cosas de la fatiga. A los pocos kilómetros estallamos en carcajadas; vaya numerito he montado

En un momento dado el track nos saca de la pista para tomar un sendero técnico lleno de piedras que nos obliga a echar pie a tierra. Es un tramo muy corto y aunque incómodo de bajar arrastrando la bici, podemos dar unos minutos de descanso a nuestras posaderas que empiezan a doler del traqueteo del sillín. Cruzamos la Presa de la Parra por un puente de hormigón y el camino discurre siguiendo el cauce del río Lozoya jalonado por sauces, fresnos y álamos. La sombra es de agradecer. Ascendemos a la carretera que une Patones con la Presa de El Atazar; en frente sale una pista que en un continuo sube-baja nos va acercando a Patones de Arriba. Parece que está ahí mismo pero no llegamos nunca; los pequeños repechos empiezan a atragantársenos. No sabemos ya cómo sentarnos, los pies duelen y la sed nos mata. Al fin Patones, sí que da rodeos el camino! Nada más desembocar en la carretera que da acceso al pueblo nos encontramos una jauría de gente; qué locura! Preferimos soportar el ansia de beber y continuar hasta Torrelaguna. Se hace interminable. Cruzamos el pueblo por su zona antigua bajando por empinadas calles entre casas bajas que nos dejan en las afueras y sin opción de repostar. Seguimos camino de Redueña con la esperanza de poder saciar allí la sed. Duele todo ya, culo, manos, pies….Hay ganas de llegar. Desembocamos en el centro de Redueña por un buen cuestarrón y entramos de cabeza en el primer bar. Un lugareño con una buena dosis de alcohol en las venas está pidiendo en la barra varias copas; el camarero se toma su tiempo. El beodo tropieza y acaba todo en el suelo; pide que le sirvan de nuevo. Es un chiste? No aguantamos más; el mal humor por la fatiga y la sed se hacen patentes y exigimos al camarero que nos atienda. Llevamos allí diez minutos para tomar unos refrescos y llenar los bidones de agua. Queda muy poco para casa, pero esta parada era ya por necesidad. El líquido frío entra como un bálsamo y nos venimos arriba. Ya está, lo tenemos hecho. Último esfuerzo para subir a Venturada y de aquí a Navalafuente un paseo. Nos miramos, sonreímos llenos de gratitud, nos fundimos en un abrazo satisfechos del logro compartido. Era un proyecto que hace unos meses veíamos lejano pero que hemos preparado con ilusión sumando kilómetros en incontables salidas. Increíble recorrido pasando por un mosaico paisajístico sin igual que nos brindan el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, la Reserva de la Biosfera de la Sierra del Rincón y las Cuencas de los ríos Lozoya y Jarama.  Exigente para hacerla del tirón pero que merece la pena recorrer en su totalidad

Como en cualquier carrera de ultra distancia, hemos podido comprobar que los esfuerzos de largo aliento, ya sean a pie, en bici o cualquier otra disciplina deportiva, tienen un denominador común, el dolor. Pasadas ciertas horas el cuerpo empieza a doler hasta que se convierte en una tortura mental, y es ahí precisamente, en saber gestionar y sobrellevar ese suplicio, donde radica el éxito de estas pruebas.

“El éxito no es la clave de la felicidad. La felicidad es la clave del éxito. Si te gusta lo que estás haciendo y con quien lo estás haciendo, tendrás éxito”